Te invitamos a ver esta charla sobre el libro
“Buenas Prácticas para Mayores” de Eduardo Favier Dubois.
La misma se realizó en vivo por Instagram en la cuenta de “Experiencias Compartidas”:
La misma se realizó en vivo por Instagram en la cuenta de “Experiencias Compartidas”:
La OMS estima para el 2050 unas 2.000 millones de personas mayores de 60 años de un total de 9.700 millones. Es decir, un 20% de la población mundial envejecida. El estudio demográfico de Kenneth Johnson revela que en las regiones más desarrolladas del mundo se experimenta un envejecimiento más pronunciado que en las subdesarrolladas, siendo además en las ciudades donde los ancianos son más numerosos.
Destaca Chris Phillipson el incremento en demanda de salud pública. Bloom, Canning y Sevilla enfatizan el impacto del envejecimiento de la población en las tasas de ahorro y consumo, conduciendo a cambios en la inversión y crecimiento económico, reduciendo la fuerza laboral y aumentando la carga en la seguridad social, más las inminentes nuevas relaciones entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado para la compensación de sus efectos negativos.
Estos estudios sugieren que el envejecimiento de la población mundial requiere innovadores enfoques interdisciplinarios, como la comprensión de los patrones de morbilidad de James Fries, estableciendo que aunque la esperanza de vida aumenta, es posible retrasar la aparición de las enfermedades crónicas responsables del 80% de muertes y mayor porcentaje de discapacidad, reduciendo los años con falta de autonomía por senectud mediante la promoción de estilos de vida saludables, acortando el periodo de fragilidad.
Así, la OMS promovió políticas de envejecimiento activo, fomentando actividades físicas, mentales y sociales para personas mayores, contribuyendo a mejorar su calidad de vida. Otras propuestas, más recientes, fomentan la inversión en capital humano y la promoción de la participación de las personas mayores en la sociedad y en el mercado laboral, aprovechando su potencial constituido por la experiencia para contribuir a la programación de algoritmos en la automatización de procesos, detección y reparación de fallas.
El envejecimiento de la población mundial será una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, que demandará cambios estructurales en la ciudades debiendo ser más inclusivas y acogedores para la fragilidad en todas sus expresiones; repensar las edades jubilatorias con políticas sociales y laborales adaptativas; adecuar las infraestructuras y servicios de salud pública para satisfacer las necesidades de una población envejecida; capitalizar la intergeneracionalidad de cuarto grado no poco frecuente en ciertas familias; repensar las residencias gerontológicas como un continuum social-sanitario y asistencial, sin recurrir a hospitalizaciones para una atención sanitaria de calidad, así como muchas otras cuestiones.
Pero, sobre todo, esta es una oportunidad para cambiar el paradigma de la vejez como negación y etapa superflua de la vida, desarticulando el “edadismo” que excluye, infantiliza, vulnera e invisibiliza a las personas mayores. Sólo así resolveremos los desafíos con dignidad y respeto hacia la persona sin facilismos tan cosificadores de la condición humana como los ya vividos en las etapas más oscuras del siglo XX.
Para muchos, la longevidad es un anhelo: vivir varias décadas más por encima del promedio de los 75 u 80 años constituye algo así como un sueño. De hecho, algunas veces se cumple, hay quienes baten records y pasan la barrera de los 100 sin problemas mayores. ¿Qué pasa en los organismos de estos individuos? ¿Constituyen una excepción? ¿Influye una cuestión genética o, más bien, tiene un gran peso el ambiente (esto es, sus condiciones de vida)? ¿Cómo se hace para vivir tanto? Aunque parece un milagro, es pura ciencia.
Una de las posturas que más circulan en el espacio público es la sostenida por investigadores que aseguran que “la vejez es una enfermedad” y que, en este sentido, puede ser curada. El genetista David Sinclair (científico de la Universidad de Harvard y una de las 100 personas más influyentes del mundo, según la revista Time) es un exponente de este enfoque. El envejecimiento de un organismo está directamente relacionado con el envejecimiento de sus células; por ende, la hipótesis es que si se pudiera retrasar este fenómeno, en alguna medida podría demorarse el deterioro de los órganos y de los organismos.
De acuerdo a los aportes de Sinclair, el envejecimiento depende del ADN y también de los estilos de vida. ¿La fórmula sugerida? Una conocida: comer menos y mejor, y sumarle actividad física constante. Pero, ¿con eso alcanza?
“La esperanza de vida en las mascotas, por ejemplo, aumentó brutalmente en los últimos 30 años, no solo porque acceden a mejores cuidados médicos, sino también porque la alimentación les mejora su calidad de vida y la prolonga en el tiempo”. Así comienza su fundamentación el bioquímico, investigador superior del Conicet y profesor de la UBA Alberto Kornblihtt. En este sentido, existen componentes ambientales y también genéticos que resultan decisivos para vivir más.
“Entre los genes que se relacionan con la longevidad se pueden mencionar, por ejemplo, aquellos que participan en la vía de la insulina y el metabolismo de la glucosa. Se ha demostrado que aquellas personas que portan una mutación que afecta la señalización de esta vía tienen una vida más larga”, comenta Fabián Norry, biólogo e investigador principal del Conicet. Y completa: “También hay genes del metabolismo de los lípidos que impactan favorablemente a la longevidad”.
Desde aquí, un aspecto a considerar, según Norry, es el estrés oxidativo. Dicha teoría fue propuesta en 1956 y sugiere que “la acumulación de daños en macromoléculas inducidas por los radicales libres es un determinante de la expectativa de vida, no solo en humanos sino también en cualquier especie animal”. El especialista del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires se refiere a que los radicales libres son moléculas “muy reactivas” que generan las propias células cuando, por ejemplo, las personas respiran. Aunque son necesarias, en exceso generan un estrés oxidativo que, a su vez, daña células y tejidos, y en última instancia, impacta sobre la longevidad.
Los componentes genéticos, completa Kornblihtt, se vinculan, asimismo, con la propensión a generar enfermedades como el cáncer. “Cuanto más viejo sos, mayores son las probabilidades de que emerja la enfermedad. Por ende, mientras algunas personas se volverán más susceptibles a desarrollarla, otras no”, dice. Y continúa: “En las personas centenarias suele ocurrir que, aunque sus células envejecen, no comprometen ningún órgano. Tuvieron la suerte, ya sea por la alimentación o por background genético, de no desarrollar ningún tumor maligno que las matara”.
Como dato adicional, también es cierto que el estado inmune de un individuo (que puede destruir un tumor sin que este siquiera lo perciba) en algunas personas actúa mejor que en otras. Las defensas son silenciosas pero efectivas.
“Aquellos que durante su vida fueron muy poquito al médico y vivieron hasta los 100 años son personas que, probablemente, fueron favorecidas por un aspecto genético y también por la alimentación”, explica Kornblihtt. La microbiota –o microorganismos que colonizan y habitan el intestino grueso– genera sustancias que pasan a la circulación sanguínea y que pueden actuar como factores positivos o negativos para la salud.
Son varios los especialistas en longevidad y envejecimiento que aprovechan cada ocasión que pueden para reforzar la premisa: una buena alimentación puede ser clave para retrasar el envejecimiento. “Todos los alimentos que tengan grasa animal, es decir grasa saturada, contribuyen a incrementar los niveles de colesterol y pueden conducir a una ateroesclerosis (se tapan las arterias y producen infartos). La dieta mediterránea, que incluye pescado (un animal que no posee mucha grasa saturada) y aceite de oliva, representa una opción buena y necesaria. Muchas veces se confunde: no hay que bajar las grasas totales, sino disminuir las saturadas y reemplazadas por las insaturadas”. Norry apunta: “Una dieta pobre en calorías contribuye más a la longevidad que una rica en calorías. Se realizaron muchos estudios en diversos organismos y se vio que la mediterránea es favorable para aumentar la longevidad”.
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard y difundido por el American College or Cardiology plantea que una de las claves estaría en el consumo del aceite de oliva. Según los argumentos, consumirlo en reemplazo de otros productos como las mantecas o mayonesas extendería la vida de las personas. De acuerdo a un análisis realizado en 92 mil voluntarios, quienes lo hacían, afrontaban un 34 por ciento menos de posibilidades de padecer enfermedades letales. Sin embargo, como es de esperar, el trabajo necesita ser complementado.
La historia, en parte, le da cierta razón a David Sinclair y su enfoque de pensar a la vejez como una enfermedad. En la Edad Media, en promedio, los seres humanos vivían 35 años. Si no dependiera del ambiente (y de las posibilidades de acceder a agua potable, a condiciones sanitarias y medicamentos) esa transformación radical que se vincula con duplicar la esperanza de vida hoy no tendría mucha explicación.
De acuerdo a la División de Población de las Naciones Unidas, la esperanza de vida en el mundo se incrementó de 46.5 años en 1950 a 71.7 en 2022. Hacia 2050, se prevé que esa cifra podría seguir en aumento y llegar a 77.3. Un dato a destacar es que, a excepción de África, la brecha entre las diferentes regiones del mundo parece cerrarse: Asia y América Latina y el Caribe se acercan a los números que durante mucho tiempo solo destacaban en Europa y América del Norte. Hacia mediados del siglo XXI, tanto Asia como Latinoamérica podrían rondar los 80 años de promedio. En la actualidad, Japón, Suiza, Singapur, España e Italia son las cinco naciones que están en los puestos más altos de la esperanza de vida, con cifras que se acercan a 84 y 83 años de promedio.
Según Statista, hacia fines de julio, la lista de personas más longevas del mundo era liderada por la española María Branyas Morera, con 116 años y 144 días. Luego le siguen la japonesa Fusa Tatsumi (116 años y 92 días), la estadounidense Edie Ceccarelli (115 años y 171 días), la japonesa Tomiko Itooka (115 años y 64 días) y la brasileña Inah Canabarro (115 años y 48 días).
Lo que para algunos puede provocar vértigo es proyectar qué sucedería si, de acuerdo a la postura de mentes como la de Sinclair, no solo algunas excepciones sino todo el planeta pudiera vencer a la vejez y, en efecto, a la muerte. Para este interrogante aún no hay respuestas desde la ciencia, aunque sí desde la literatura. De hecho, el nobel portugués José Saramago ya lo imaginó en su libro Las intermitencias de la muerte, donde enumera con un sarcasmo quirúrgico todos los problemas que afrontaría un mundo programado para la muerte y no para la inmortalidad.
En el último tiempo, la medicina ha combatido la muerte con tratamientos cada vez más innovadores, que buscan mejorar el paso de los humanos por este planeta. Para otros, por el contrario, la cantidad de años no se traduce en calidad y esperan su final, desprovistos de cualquier ambición. Mientras tanto, la muerte constituye un eslabón fundamental de la vida y todos los humanos saben que tarde o temprano culminarán en el mismo destino.
Las cremas faciales antiarrugas, espectaculares con la moda de hoy y hasta las películas en cartelera siempre retratan a protagonistas jóvenes; los medios de comunicación promocionan que el ser joven determina el valor de las personas. Desde siempre ha existido el rechazo hacia los adultos mayores, pero ha sido tan normalizado que pasamos por alto el elefante rosa que ocupa la habitación entera: el edadismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el edadismo como “los estereotipos (cómo pensamos), prejuicios (cómo sentimos) y discriminación (cómo actuamos) hacia otras personas o nosotros mismos basados en la edad”. Mientras que este tipo de discriminación afecta a todas las personas desde la niñez en adelante, este es mucho más notable en el sector de la tercera edad; donde globalmente, una de cada dos personas discrimina a otros basados en la edad. Lo cual resulta irónico, porque nadie se salva del envejecimiento y al final, sería como discriminarse a uno mismo.
Pensémoslo. Cuando vemos a una persona mayor utilizando las redes sociales del momento nos impresionamos, o también cuando les hablamos de manera lenta y pausada desde el primer momento lo consideramos como un estilo de “etiqueta” hacia estas personas. Estos son algunos ejemplos de edadismo que hemos adoptado y estandarizado, pero debemos tener en cuenta que puede tener consecuencias negativas en la salud, bienestar y derechos humanos de la persona; incluso en la percepción de ellos mismos.
A causa de cómo los medios de comunicación han retratado al sector de la tercera edad a lo largo de los años, los estereotipos que los caracterizan se enfocan en el deterioro de su salud mental y física, retratándolos como incompetentes, inútiles, olvidadizos, no atractivos, aislados, etc. Esta mentalidad es muy dañina por lo que se ha demostrado que personas que adoptan esta manera de pensar llegan a morir alrededor de 7.5 años antes de lo que lo harían otras con una perspectiva más positiva hacia el envejecimiento.
Siendo la forma de discriminación más aceptada en el mundo (incluso más que el racismo y el sexismo) según la OMS, el edadismo demuestra que bloquea a las personas para seguir desarrollándose en nuevas áreas, o como dice la frase: “no puedes enseñarle nuevos trucos a un perro viejo”. Lo cual está equivocado ya que, sin importar nuestra edad, toda la vida podemos seguir aprendiendo, incluso se ha creado un concepto para eso, el cual es el aprendizaje a lo largo de la vida.
Anteriormente, se pensaba que el cerebro era una estructura rígida al llegar al final de la etapa de desarrollo a los 25 años de edad. Empero, estudios han demostrado que no es así, y que nuestro cerebro en realidad continúa desarrollándose toda la vida. Incluso, a una edad avanzada, el cerebro todavía es capaz de crear nuevas conexiones neuronales para responder a nuestro entorno; sin embargo, para lograrlo debemos continuar aprendiendo continuamente, ya que al no hacerlo el cerebro se encoge y las conexiones comienzan a disiparse.
Debido a lo que nos han adoctrinado sobre la vejez, podemos pensar que es imposible aprender cosas nuevas como resultado del deterioro físico y cognitivo. También, aunque existen padecimientos que deterioran el proceso cognitivo de las personas como el Alzheimer o la demencia, esto no sucede para todas las personas; dejando libre el camino para aprender. Asimismo, existen deficiencias físicas, como por ejemplo, no es lo mismo correr un maratón en tus veintes que a tus cincuentas, eso no impide que puedas realizar este tipo de actividades, solo serán en menor intensidad.
¿Y por qué una persona mayor debería de aprender si ya sabe cómo trabajar o está cómodamente retirado? Fácil, para tener un buen estado emocional y tener una mente y cuerpo sano para esta etapa de la vida. Cabe recalcar que no es suficiente con mantener una mente sana, sino que debemos hacerla crecer. Hemos escuchado que, con el fin de evitar el declive cognitivo, las personas mayores deben activar su mente a través de actividades como crucigramas o manteniendo una dieta saludable, sin embargo, aprender habilidades que hagan crecer el cerebro es mucho más beneficioso que mantenerlo activo. De hecho, estudios comprueban que aprender habilidades del día a día (usar un smartphone, aprender un idioma, pintar, etc.) mejoran los procesos y habilidades cognitivas de adultos mayores.
Otra razón para continuar aprendiendo durante esta etapa de la vida, es para que la persona pueda vivir su independencia. En vista de que todo hoy en día es tan cambiante y dependiente de la tecnología, es necesario actualizarse constantemente en las nuevas tendencias para no incentivar la dependencia funcional en otras personas y poder hacer las cosas uno mismo.
No obstante, siendo el prejuicio más aceptado en el planeta, el edadismo presenta diversos obstáculos cuando se trata de aprendizaje. No solamente existe la barrera interna que hace que una persona se menosprecie por su edad, sino que también existen barreras externas.
Se dice comúnmente que los infantes son como esponjas que absorben habilidades y aprendizajes muy rápido, lo cual se debe parcialmente a que los infantes son constantemente animados por sus familiares y maestros en entornos estimulantes donde se le da la máxima prioridad a su desarrollo cognitivo. Por otro lado, para los adultos mayores es todo lo contrario, puesto que ellos por lo general se encuentran en entornos desalentadores para su aprendizaje y el acceso a recursos y maestros es mínimo.
Otro obstáculo que puede ser muy desmoralizante para continuar aprendiendo a edad avanzada, es el trato que en muchas ocasiones se les da a estas personas en el campo laboral. Desafortunadamente, es a ellos a quienes se les dan menos oportunidades para seguir afinando sus habilidades por medio de capacitaciones, ya que hay preferencia por los empleados más jóvenes.
La negatividad que ocasiona el edadismo puede ser extremadamente desmotivante para muchas personas y hacerlas dudar de ellas mismas, creando en los adultos mayores un sentimiento de rechazo hacia el aprendizaje y pensar que “son demasiado viejos para aprender”.
El tiempo es un gran maestro. Es gracias al paso de los años que atravesamos por diferentes etapas de nuestras vidas, las cuales significan nuevas experiencias y enseñanzas que ayudan a que nuestras habilidades incrementen. Algunas de estas son:
Es importante hacer hincapié en que es gracias a la tecnología que existe hoy en día que el aprendizaje se puede obtener a través de diversos medios como: cursos, MOOCs, audiolibros, etc., lo cual hace que aprender nuevas habilidades sea más accesible a través de una infinidad de plataformas. Asimismo, en los últimos años se han visto esfuerzos de parte de universidades en todo el mundo para integrar programas académicos (y muchos de bajo costo) para adultos de la tercera edad.
Debemos aprender a valorar y apreciar cada etapa de nuestras vidas, incluyendo la vejez. Las personas no tenemos una fecha de caducidad para el aprendizaje, y siempre podremos descubrir un nuevo talento o algo en lo que no sabíamos que teníamos facilidad para hacer. Dejemos que la vida nos sorprenda y evolucionemos constantemente.
Envejecer es un proceso extraordinario en el cual te conviertes en la persona que siempre debiste ser.
dijo el cantante británico David Bowie.
“El sexo es tabú”. El sexo, ¿es realmente un tabú? Sí, aunque no lo creamos, y en pleno siglo XXI, hablar de ciertas cosas sigue siendo un tanto vergonzoso e incómodo. En el extremo opuesto de este discurso se acumulan las fantasías de la ficción, que pocas veces se alinean con la realidad de la intimidad entre dos (o más) seres humanos. Como cualquier película, Buena suerte Leo Grande apunta al entretenimiento, pero también busca la reflexión sobre esos temas que pocas veces se enuncian en voz alta: sexo, deseo, placer y frustración, sobre todo, en la edad madura.
Nancy Stokes (Emma Thompson), maestra jubilada y viuda, espera ansiosa en una anónima habitación de hotel. Llaman a la puerta y frente a ella está Leo Grande (Daryl McCormack), el joven trabajador sexual que contrató para atravesar nuevas experiencias. Este primer encuentro no será el único, y aunque los servicios del acompañante no son nada baratos, la mujer está decidida a dejarse llevar por su encanto e iniciativa, tratando de alcanzar esa satisfacción que no logró durante su matrimonio. En el camino no solo hay buen sexo, también hay conversación, cambios en la dinámica de poder y una conexión que ninguno de los dos estaba esperando, aunque resulta muy bienvenida.
Hay mucho que decir entre dos personajes que se encuentran para tener buen sexo, y mucho que no se puede expresar con palabras. Me encanta trabajar con el deseo, nuestros deseos y necesidades, la forma en que nuestros deseos compiten entre sí y la forma en que tratamos de rechazarlos o aceptarlos.
Directora Sophie Hyde
“Buena suerte Leo Grande es un recordatorio de que alguien improbable podría liberarte de tus propias limitaciones de una manera pequeña pero significativa. Y que la búsqueda de intimidad y conexión puede ser poderosa, valiente y necesaria”
asegura la directora Sophie Hyde, que logra sumergirnos en una historia simple e intimista, que casi nunca se aleja de las cuatro paredes de esa habitación de hotel.
Hay algo teatral y poderoso a lo largo de la película, sensaciones palpables y una honestidad pocas veces vista en la pantalla, sea del tamaño que sea. “Derriba un montón de mitos, en especial, aquel que sostiene que el mejor sexo se tiene de joven”, declaró la sexóloga Cecilia Ce. “Nos permite instalar temas que son definitivamente un tabú. En mi caso, debo confesar que en este momento me siento en la plenitud de mi vida. Ahora que dejé ser un objeto sexual y me valoran por todo lo que soy”, sumó la intérprete.
Para la directora y su guionista, Katy Brand, este tipo de relatos son vitales en un mundo actual tan dividido: “Nuestros cuerpos, nuestra vergüenza, nuestras malas comunicaciones, nuestras conexiones y frustraciones sexuales son divertidos, conmovedores y, a menudo, trágicos y, creo, anhelamos historias que nos reflejen, nos desafíen y nos permitan considerar cómo nos tratamos unos a otros”. En esa identificación con los personajes reside la clave para el éxito del film, despojado de los efectismos, golpes bajos y estereotipos que suelen adornar estas narrativas.
Es muy interesante lo que aporta sobre la maternidad. Me parece una estafa lo que nos cuentan a las mujeres sobre lo que es ser mamá. No somos sacrosantas por parir un hijo. Es un gran aprendizaje y está muy bien que no dejemos de hacer lo que nos gusta en pos de cuidar la prole. Es una gran película que nos hace comprender la urgencia de comenzar a ver a la gente no como estereotipos, sino como personas.
Leonor Benedetto
Cuerpos (y deseos) reales
La naturalidad es la gran enemiga de Hollywood, siempre intentando vender una imagen hegemónica y perfecta cuando se trata de sus actores y actrices. La edad es otra cuestión a destacar, como si los ‘mayores’ no tuvieran historias interesantes para contar. “No estamos acostumbrados a ver ‘cuerpos no trabajados’ en la pantalla grande. Sabía que Nancy tendría un cuerpo normal, el cuerpo de una mujer de 62 años que ha tenido dos hijos”, declaró Emma Thompson durante la presentación de la película en el último Festival de Cine de Berlín.
La actriz, siempre con su honestidad brutal a flor de piel, habló de sus propias experiencias y lo difícil (y horrible) que resulta plantarse frente al espejo cuando “toda la vida nos han lavado el cerebro para odiar nuestros cuerpos. Es un hecho, todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos y todo lo que está mal con nosotras”. Su Nancy no es diferente y, al final, encuentra placer y aprecio por su cuerpo, pero Thompson reconoce que ver su reflejo desnudo es una de las cosas más difíciles que tuvo que hacer, aunque también fue un gran catalizador para la aceptación.
El sexo –siempre con consentimiento– y el cuerpo son fundamentales en la película. Las realizadoras no romantizan el trabajo sexual, ni banalizan la relación entre estos dos extraños. “Lo sexy es la intimidad, la emoción, el tacto, las sensaciones, la forma en que alguien puede dejarte sin aliento y la realidad de dos cuerpos humanos alejados de los símbolos de lo que se supone que debemos pensar que es sexy, públicamente”, suma Hyde, y sabe que su acercamiento es novedoso.
Thompson entiende que “el placer femenino no se considera importante”, no es una prioridad en ninguna lista. De ahí el gran atractivo de Buena suerte Leo Grande: celebrar las reacciones y singularidades de estas dos personas que exploran su erotismo, respuestas que pueden ser tan divertidas como conmovedoras y excitantes.
Después de casi dos años de no haber podido disfrutar las producciones en la pantalla grande, Emma Thompson se apropia de los cines con un planteo introspectivo, común e hipnotizante para, una vez más, cautivar por completo a su audiencia.
En Argentina y el resto del mundo, es cada vez mayor el número de personas de 60 años en adelante que elige buscar pareja a través de las aplicaciones de citas.
Business Insider calculó que, en los últimos 10 años, el segmento de usuarios de aplicaciones de citas en línea mayores de 60 años ha crecido más rápido que otras categorías, analizan desde Kismia, la app de citas con más de 48 millones de usuarios en el mundo y 2,5 millones en la Argentina.
Según un estudio realizado por la empresa estadounidense Choice Mutual, la mayoría de los encuestados mayores de 55 considera que las apps de citas son una de las mejores formas de conocer gente, mejor que cualquier evento, actividad o ámbito laboral.
En promedio, un usuario de Kismia mayor de 60 años en nuestro país recibe unas 7 coincidencias por semana. Del total de participantes, el 8% tiene más de 60 años; mientras que solo el 1,5% supera los 70. En los números generales, se observa mayor presencia de hombres que de mujeres en esta aplicación. La mayoría busca conversaciones y amistad (31%), alrededor del 30% busca algún tipo de relación y el 25% busca citas ocasionales.
Algunos especialistas en familia, pareja y multifamilias, aseguran que entre sus pacientes esta forma de relacionarse es la más elegida. Es muy extraño que se dé una presentación fuera de las aplicaciones, no lo veo en forma frecuente. Existe, obviamente, pero los que quieren conocer a alguien lo hacen más por apps –plantea–. Como está siendo bastante común, podríamos hablar de algo que se volvió ‘normal’. Esto produjo un cambio en su valoración. Cuando era infrecuente, las apps se ligaban a aquellos que tenían dificultades para formar pareja. Hoy está normalizado conocer al otro de esta forma. Nadie es descalificado por estar en una aplicación.
Claramente, las preferencias después de los 60 años para encontrar una compañía no son las mismas que a los 20, tampoco que a los 40. El 90% de los usuarios consultados por la aplicación Bumble, de entre 59 y 77 años, señaló que la amabilidad es la cualidad más importante en una potencial pareja. En efecto, 8 de cada 10 encuestados aseguraron que prefieren alguien amable por sobre alguien atractivo.
Bumble, que cuenta con más de 100 millones de usuarios en todo el mundo, también afirma que 1 de cada 3 personas (39%) “le están dando una segunda oportunidad al amor, después de salir de un matrimonio o de una relación seria”. De este porcentaje, el 36% elige usar aplicaciones de citas por primera vez.
Si bien muchos creen que la falta de conocimiento en la tecnología es un impedimento para participar en las aplicaciones, los mismos usuarios aseguran que son sistemas sencillos.
Según un estudio realizado por la empresa estadounidense Choice Mutual, la mayoría de los encuestados mayores de 55 considera que las apps de citas son una de las mejores formas de conocer personas.
De hecho, ya existe una aplicación diseñada para los usuarios de más de 50 años, que se focaliza en sus necesidades. Se llama Ourtime y forma parte de Match Group, que engloba apps populares como Tinder y OkCupid. Se dirige exclusivamente a la generación silver, compuesta por los miembros del baby boom que nacieron entre 1946 y 1964 y hoy tienen entre 59 y 77 años.
Esta aplicación, con importante presencia en España, busca tener un diferencial con respecto a las que suelen utilizar los menores de 30. Para elegir a los candidatos, hay que responder un cuestionario donde el atractivo físico pasa a un segundo plano. A su vez, Ourtime ofrece el servicio de un chat con una asistente virtual que asesora a los usuarios durante este proceso y cuenta con un love coach virtual que da consejos sobre las citas. Incluso hay asesoramiento privado, con un costo extra.
En sus comienzos, Facebook funcionó como una red para socializar pero no apuntaba a conseguir pareja. Sin embargo, los usuarios la fueron adaptando a sus necesidades y hoy es la red social más popular entre las personas mayores de 60 para conocer a alguien, ya que muchas de ellas no se sienten del todo cómodas con las apps de citas. Así, los usuarios pueden sumarse a grupos segmentados por edades e intereses. Además, esta red social incorporó hace un tiempo la sección Facebook Parejas, donde hay que crearse un perfil especial, independiente al que tienen todos los usuarios (sin que sea necesario hacer una nueva descarga).
A diferencia de las apps, donde el intercambio es privado e individual, en los grupos de Facebook los participantes suben una publicación con su foto y cuentan algo de ellos. “Somos muy estrictos en lo que se refiere al respeto hacia el otro. No permitimos faltas de respeto ni vocabulario que no corresponda. Esto hace que nos lleve muchas horas del día para ‘cuidarlo’, pero así logramos que el grupo sea diferente a muchos donde vale todo”, concluye Patricia.
“Somos muy estrictos en lo que se refiere al respeto hacia el otro. No permitimos faltas de respeto ni vocabulario que no corresponda. Esto hace que nos lleve muchas horas del día para ‘cuidarlo’, pero así logramos que el grupo sea diferente a muchos donde vale todo”
concluye Patricia.
La memoria y otras habilidades cognitivas suelen deteriorarse con el paso del tiempo. No obstante, hay personas, conocidas como “superagers” o “superancianos”, que mantienen una memoria comparable a la de individuos 30 años menores, a pesar de su edad avanzada. Los científicos emplearon un modelo de inteligencia artificial (IA) para distinguir entre superancianos y adultos mayores típicos.
Estas personas tan especiales son objeto de mucho interés científico porque pueden aportar pistas para mejorar el envejecimiento saludable y para comprender mejor las enfermedades que se relacionan con la vejez, como las demencias, el Alzhéimer o el Párkinson.
Una investigación reciente, liderada por Bryan Strange, de la Universidad Politécnica de Madrid y publicada en la revista The Lancet Healthy Longevity, reveló que los superagers, “además de tener una capacidad cognitiva similar a la de una persona de unos 50 años, son mucho más ágiles”. Es decir, explicó, “tienen una velocidad de movimiento mucho mayor para actividades cotidianas que la de adultos sanos de su misma edad. Y sus niveles de ansiedad y depresión también son mucho menores”. La finalidad del estudio fue “describir la estructura cerebral de los superagers e identificar los factores demográficos, de estilo de vida y clínicos vinculados con este fenotipo”.
Los superagers han generado el interés de los científicos, que han realizado varias investigaciones al respecto. Por ejemplo, la llevada a cabo en la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, y publicada en la revista The Journal of Neuroscience, donde se observó que las neuronas ubicadas en la corteza entorrinal, encargadas de la memoria, son notablemente más grandes en estas personas. Otros estudios han hallado ciertos factores del estilo de vida, como la existencia de vínculos sociales más fuertes entre los superagers y los adultos mayores, sin embargo, la mayoría de las investigaciones se han hecho en muestras pequeñas y no han realizado seguimientos a lo largo del tiempo. Por eso, todavía hay una carencia de conocimiento de los factores demográficos, del estilo de vida o clínicos que contribuyen a mantener la función de la memoria en la vejez.
El doctor Lisandro Olmos, director del posgrado de Rehabilitación Neurológica de Fundación Barceló, explicó recientemente su última investigación: “Este es un estudio muy interesante donde se demuestra que se puede llegar a edades avanzadas de la vida, por encima de los 80 años, con la capacidad cognitiva preservada similar a la de gente joven. La importancia de este estudio radica en que han asociado el número de neuronas en la corteza entorrinal y en el hipocampo y el tamaño de esta corteza respecto a gente joven y han observado que estos “superancianos”, tienen un aumento del número de neuronas en estas áreas del cerebro tan sensibles y que tanto influyen en los mecanismos de memoria”.
El estudio de la universidad española se basó en un mayor número de participantes que el trabajo mencionado antes y comparó la estructura cerebral y el estilo de vida de los superagers con los de otros adultos mayores con una memoria normal para su edad. Los resultados muestran que los superancianos tienen cerebros más grandes y menos atrofiados, especialmente en las zonas relacionadas con la memoria, como el hipocampo y el prosencéfalo basal.
Además, tienen menos ansiedad y depresión, más agilidad y más actividad física y social que los adultos mayores típicos. Estas diferencias no se deben a factores genéticos o a biomarcadores de la demencia, sino que podrían reflejar una mayor resistencia al deterioro de la memoria asociado a la edad. El estudio también reveló que el volumen cerebral y el rendimiento de la memoria de los superancianos se igualan con los de los adultos mayores típicos alrededor de los 75 años, lo que sugiere que hay un retraso entre el inicio de la atrofia cerebral y el declive cognitivo, o que hay otros factores, como las propiedades funcionales del cerebro, que influyen en la memoria superior antes de esa edad.
El trabajo también analizó otras características que los diferencian de los adultos mayores con una memoria normal para su edad. Una de ellas es la estructura del tálamo motor, una parte del cerebro que se relaciona con el aprendizaje y la memoria y que se conserva mejor en los superagers. Otra característica es la velocidad de movimiento, que indica una mayor agilidad y actividad física en los superagers, lo que podría beneficiar su salud cerebral y su cognición. Además, tienen una mejor salud mental, con menos ansiedad y depresión, que son factores de riesgo y síntomas de la demencia. El estudio también ha evaluado la duración del sueño, pero no ha encontrado diferencias significativas entre los superagers y los adultos mayores típicos. Estas variables podrían ayudar a identificar y promover las actividades que favorecen la memoria en la vejez.
Por su parte, el neurólogo y director médico de Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), Alejandro Andersson, dijo Infobae el envejecimiento depende de la genética y del estilo de vida. “Lo que yo puedo contar desde mi experiencia personal es que conocí a dos mujeres, una de 105 y la otra de 108 años, quienes compartían una serie de características comunes. Eran muy lúcidas, con mucha información, con recuerdos que contaban al detalle, se mantenían activas físicamente, tenían una visión positiva de la vida, les gustaba aprender algo nuevo todos los días, les gustaba mucho la actividad social, y particularmente a la de 105 años le encantaba hacer reuniones en su casa y me contaba que cocinaba y hasta baldeaba el patio”.
El doctor Andersson agregó que estos hábitos podrían tener una base biológica porque “el “superpoder” que tienen estas personas tan lúcidas tiene que ver con una estructura biológica, neurológica, cerebral distinta, donde hay unas neuronas grandes, “extralarge”, que les permiten ser lo que son. Poseen un grupo de neuronas más grandes que las normales, en una estructura del cerebro que está involucrada en la preservación de la memoria, la capa 2 de los hipocampos de la corteza entorrinal y esto está muy relacionado con la reserva cognitiva. La presencia de estas “superneuronas” en este lugar no la tienen las personas de la misma edad que padecen deterioro cognitivo, ni tampoco los de 60 y 65 años que empiezan a presentar trastornos de la memoria”, describió.
Si tomamos como referencia los dos estudios mencionados, el de la Universidad de Northwestern y el de la Universidad Politécnica de Madrid, estas son las actividades que realizan:
Los superancianos, halló el análisis español, tienen una mejor salud mental, con menos ansiedad y depresión, que son factores de riesgo y síntomas de la demencia. En las pruebas clínicas para medir los niveles de ansiedad y depresión, los superagers obtuvieron puntuaciones más bajas. Investigaciones anteriores sugieren que la depresión y la ansiedad pueden afectar el rendimiento en las pruebas de memoria en personas de todas las edades, y son factores de riesgo para el desarrollo de demencia.
Un factor que no destacó en las diferencias encontradas entre superancianos y los adultos mayores típicos fue la calidad del sueño, ya que según el estudio español, contrariamente a otros trabajos, los superagers “se quejaron con menos frecuencia de no dormir lo suficiente que los adultos mayores típicos, a pesar de que no hubo diferencias en la duración del sueño autoinformada”.
En tanto, no hizo referencia a la alimentación como en otros estudios.
Asimismo los expertos examinaron otras variables que podrían influir en la función de la memoria en la vejez. Una de ellas, como se mencionó, es la formación musical, que se ha asociado con una mejor memoria y un mayor volumen cerebral. Los superagers tienen más probabilidad de haber recibido formación musical formal o amateur que los adultos mayores típicos.
Además el estado civil, que se ha relacionado con la salud cognitiva, en los superagers no fue sobresaliente ya que estos ancianos tenían más probabilidad de estar separados o divorciados que los adultos mayores típicos, lo que podría indicar una menor dependencia de las relaciones sociales.
Otras variables que no han resultado significativas en el estudio son los años de educación y la frecuencia de interacciones sociales. Estas variables podrían tener un efecto diferente según la cultura o el momento de la vida en que se apliquen. El estudio no puede establecer una relación causal entre estas variables y el superenvejecimiento, sino que sugiere posibles intervenciones para mejorar la memoria en la vejez, como promover la actividad física, el control de los síntomas psiquiátricos, el entrenamiento musical y la calidad del sueño.
El estudio realizado por la Universidad Politécnica de Madrid,
“comparó a los superagers con personas típicas, ambos de 80 años, para comprender diferencias en el estilo de vida, los factores clínicos y la estructura cerebral existen entre ellos”
explicó Diogo Barardo, PhD, de Novos, una compañía de soluciones de longevidad a Well + Good.
“Este puede ser un punto de partida para explorar si alguna, o una combinación de estas diferencias, es ‘causal’ en el futuro. Es decir, si estos factores son la fuente del superpoder de los superagers de casi no tener deterioro de la memoria”.
La cohorte del Proyecto Vallecas en Madrid está compuesta por personas de 69 a 86 años sin trastornos neurológicos graves o psiquiátricos severos. De los 1.213 participantes reclutados entre 2011 y 2014, se identificaron 64 superagers y 55 adultos mayores típicos, capaces de realizar correctamente varias tareas cognitivas, pero que no mostraron la capacidad de memoria de los superagers. Ambos grupos de personas fueron analizados mediante un test que se utiliza para evaluar la función de la memoria de las personas.
Los resultados mostraron que los superancianos tuvieron un rendimiento semejante al de una persona de 30 años más joven con el mismo nivel educativo, mientras que los otros octogenarios se desempeñaron dentro de un rango normal para su edad y educación.
Todos los superagers y adultos mayores típicos tenían 79,5 años o más. La mayoría de los superagers eran mujeres (38/64, 59%), al igual que la mayoría de los adultos mayores típicos (35/55, 64%). El estudio hizo un seguimiento de seis visitas anuales, durante las cuales se registraron factores demográficos y de estilo de vida.
Se incluyeron 64 superagers (edad media 81, 9 años; 38 mujeres y 26 hombres) y 55 adultos mayores típicos (82, 4 años; 35 mujeres y 20 hombres). Utilizando el modelo de aprendizaje automático, los autores encontraron que la velocidad de movimiento más rápida y una mejor salud mental fueron los factores más asociados con los superagers.
“La conexión entre el rendimiento de la memoria conservada y la función motora en personas mayores de 80 años proporciona nuevos conocimientos sobre cómo promover la resistencia a la pérdida de memoria relacionada con la edad. En conjunto, los factores identificados asociados con el superenvejecimiento pueden informar el diseño de ensayos de intervención para promover el envejecimiento saludable de la memoria episódica”.
Concluyó el estudio.