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Cambiar el paradigma sobre la vejez

El envejecimiento de la población mundial, resultado de la disminución de la natalidad y aumento de la longevidad, es un fenómeno demográfico atendido por investigadores y formuladores de políticas en múltiples áreas. Plantea desafíos en todos los sectores de la sociedad, desde el laboral y financiero, demanda de bienes y servicios, protección social y sanitaria, hasta la estructura citadina y los lazos familiares intergeneracionales.

La OMS estima para el 2050 unas 2.000 millones de personas mayores de 60 años de un total de 9.700 millones. Es decir, un 20% de la población mundial envejecida. El estudio demográfico de Kenneth Johnson revela que en las regiones más desarrolladas del mundo se experimenta un envejecimiento más pronunciado que en las subdesarrolladas, siendo además en las ciudades donde los ancianos son más numerosos.

Destaca Chris Phillipson el incremento en demanda de salud pública. Bloom, Canning y Sevilla enfatizan el impacto del envejecimiento de la población en las tasas de ahorro y consumo, conduciendo a cambios en la inversión y crecimiento económico, reduciendo la fuerza laboral y aumentando la carga en la seguridad social, más las inminentes nuevas relaciones entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado para la compensación de sus efectos negativos.

Estos estudios sugieren que el envejecimiento de la población mundial requiere innovadores enfoques interdisciplinarios, como la comprensión de los patrones de morbilidad de James Fries, estableciendo que aunque la esperanza de vida aumenta, es posible retrasar la aparición de las enfermedades crónicas responsables del 80% de muertes y mayor porcentaje de discapacidad, reduciendo los años con falta de autonomía por senectud mediante la promoción de estilos de vida saludables, acortando el periodo de fragilidad.

Así, la OMS promovió políticas de envejecimiento activo, fomentando actividades físicas, mentales y sociales para personas mayores, contribuyendo a mejorar su calidad de vida. Otras propuestas, más recientes, fomentan la inversión en capital humano y la promoción de la participación de las personas mayores en la sociedad y en el mercado laboral, aprovechando su potencial constituido por la experiencia para contribuir a la programación de algoritmos en la automatización de procesos, detección y reparación de fallas.

El envejecimiento de la población mundial será una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, que demandará cambios estructurales en la ciudades debiendo ser más inclusivas y acogedores para la fragilidad en todas sus expresiones; repensar las edades jubilatorias con políticas sociales y laborales adaptativas; adecuar las infraestructuras y servicios de salud pública para satisfacer las necesidades de una población envejecida; capitalizar la intergeneracionalidad de cuarto grado no poco frecuente en ciertas familias; repensar las residencias gerontológicas como un continuum social-sanitario y asistencial, sin recurrir a hospitalizaciones para una atención sanitaria de calidad, así como muchas otras cuestiones.

Pero, sobre todo, esta es una oportunidad para cambiar el paradigma de la vejez como negación y etapa superflua de la vida, desarticulando el “edadismo” que excluye, infantiliza, vulnera e invisibiliza a las personas mayores. Sólo así resolveremos los desafíos con dignidad y respeto hacia la persona sin facilismos tan cosificadores de la condición humana como los ya vividos en las etapas más oscuras del siglo XX.

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