Hoy te traemos este informe del INDEC sobre la situación de los Mayores en Argentina al año 2023 que comprende las siguientes áreas:
- Demografía
- Situación económica
- Salud y bienestar
- Actividades
Esperamos sea de tu interés.
Hoy te traemos este informe del INDEC sobre la situación de los Mayores en Argentina al año 2023 que comprende las siguientes áreas:
Esperamos sea de tu interés.
Hoy les compartimos una Declaración de diversas instituciones Universitarias para afirmar la protección de las Personas Mayores y el Derecho de los Jubilados a recibir préstamos.
Argentina ha liderado la defensa de los derechos de los jubilados, recibiendo reconocimiento internacional por sus políticas y estudios sobre el envejecimiento. Sin embargo, recientes declaraciones de la canciller Diana Mondino han generado preocupación al contradecir estos avances, promoviendo prejuicios que deshumanizan a este sector de la población. Es esencial recordar que Argentina ha ratificado la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, comprometiéndose a salvaguardar su dignidad, derechos y seguridad económica. Es hora de que el gobierno reafirme su compromiso con estos principios y garantice que todos los ciudadanos, independientemente de su edad, puedan acceder a sus derechos fundamentales, incluido el derecho a solicitar préstamos sin discriminación ni prejuicios infundados.
El ICC – Instituto de Cultura invita a la segunda y última reunión informativa sobre la Diplomatura en Cultura Argentina correspondiente a la sede Recoleta previa al inicio de clases del ciclo 2024 en abril.
Será para presentar el programa 2024 del curso, con clases presenciales en la sede. La reunión informativa se llevará a cabo el martes 19 de marzo, a las 19, en el CUDES: Vicente López 1950 (Recoleta, Ciudad de Buenos Aires).
Esperan que puedas asistir, para conocer más sobre la propuesta educativa. Si te interesa acompañar en esta reunión, por favor, enviá tu confirmación de asistencia.
Podés compartir la actividad con tus familiares y amigos. Para mayor información sobre la Diplomatura en Cultura Argentina ver: https://institutodecultura.cudes.org.ar/
Conchita Satorres buscaba compañera de piso en Barcelona. Esto es siempre un proceso complicado, pero aún más cuando sumas 91 años y tu último compañero de piso fue tu marido. Al enviudar, Conchita se empezó a encerrar en sí misma. Y en su apartamento. “Casi no salía”, reconoce. “El ratito que tenía a la Edith [su cuidadora], pues iba a la calle con ella. Pero después ya me quedaba sola, el fin de semana o las tardes”. Compartir piso podía ser una forma de romper esa dinámica, pensó. En lugar de poner un anuncio en Idealista, Conchita acudió a la Fundación Roure, una ONG catalana especializada en personas mayores. Les dijo que se apuntaba al programa de convivencia intergeneracional. Después de varias entrevistas con la psicóloga, apareció en su puerta una muchacha mexicana con unas maletas. Se llamaba Carla Argentina y tenía 30 años. Al principio se saludaban educadamente y se les hacía raro, no dejaban de ser dos desconocidas. Pero con el paso de los meses, fueron cogiendo confianza. Tres años después, ambas aseguran que no son compañeras de piso, son amigas. Familia.
En los últimos años, diferentes programas de convivencia intergeneracional como este se han popularizado en Europa, que parten de superponer dos problemáticas muy diferentes. Por un lado, la dificultad de acceso a la vivienda y la precariedad juvenil. Por otro, la soledad no deseada de las personas mayores. En la intersección de estas realidades, conviven miles de personas en España: puede que no compartan referencias culturales o códigos generacionales, pero comparten vida y piso.
Y eso es algo positivo. La amistad intergeneracional no había sido muy estudiada desde el punto de vista de la psicología y la salud, pero en los últimos años, diferentes estudios han señalado los beneficios bidireccionales de la misma. Un metaanálisis de 2019 señaló que los programas intergeneracionales redujeron significativamente el edadismo entre los participantes más jóvenes. Otro, de 2021, explicaba que los adultos mayores experimentan una reducción del número de caídas y fragilidad, y un aumento de fuerza y equilibrio. Un último metaanálisis señaló también una menor tasa de depresión entre los participantes.
En realidad, estos programas no han inventado nada nuevo. “Esto es la versión 2.0 de la antigua familia extensa, en la que convivían abuelos y nietos bajo el mismo techo”, explica Andrés Rueda, gerontólogo social y director de ASCAD. Y la familia extensa, señala, es una forma de evolución antropológica de la tribu, como grupos de personas conviviendo juntos. “La evolución hacia la familia nuclear rompió ese tipo de convivencia tribal y de familia extensa, especialmente en las ciudades o núcleos amplios de población. Pero genéticamente estamos programados para la convivencia intergeneracional de una forma natural”.
Pero más allá de nuestros genes, la realidad es otra. En 2022, más de cinco millones de personas vivían solas en casa, según el Instituto Nacional de Estadística. Esta cifra ha aumentado en casi un 20% en los últimos 10 años, y la previsión es que siga haciéndolo a un ritmo aún más elevado. No hay ningún modelo de familia o tipo de hogar que crezca con tanta fuerza. En una sociedad cada vez más individualista y envejecida, la soledad no deseada será uno de los grandes problemas del futuro. Y esto tiene consecuencias catastróficas.
Un reciente estudio de la revista BMC Medicine aseguraba que las personas mayores que no reciben visitas tienen un 39% más de posibilidades de morir que aquellas que sí las tienen. Las conexiones humanas les mantienen activos y potencian hábitos saludables.Programas como el de la Fundación Roure sirven como un dique a esta tendencia. “Somos un animal social por naturaleza y eso incluye la convivencia de jóvenes con personas mayores”, explica Rueda. “Pero todo esto necesita un formato determinado, unas condiciones”.
Las condiciones en el caso de Carla y Conchita eran claras. La joven no pagaría alquiler y a cambio haría compañía a la anciana al menos dos horas al día. Tres años después, el cariño y la convivencia han erosionado la rigidez de ese contrato. “La Carla ha sido una bendición”, asegura Conchita. “Porque puedo salir con ella, me saca a tomar el sol, a comer, a veces vamos de tiendas… Le gustan mucho los vestidos, las chaquetas y yo le aconsejo”. La convivencia entre ellas es similar a la que se da en cualquier hogar. Al principio había diferencias por lo que se ponía en la televisión. Conchita siempre ponía TV3, “sobre todo las noticias, que en esta casa son sagradas”, cuenta Carla. Ella no entendía el catalán y la política española le daba un poco igual. Le gustaban más los programas de reformas de casas o las series americanas. Pero a fuerza de ver las noticias, Carla aprendió catalán. De vez en cuando se le cuela alguna expresión o giro que llama la atención en medio de un discurso pronunciado con marcado acento mexicano. Conchita también se empezó a enganchar a algunas series que le gustaban a su nueva compañera de piso. Ver la tele se convirtió en un pasatiempo compartido. Algo parecido sucedió en la cocina, donde la una enseñó a la otra a cocinar los platos típicos de su tierra.
Carla reconoce que se interesó por este programa por las condiciones económicas, pero después encontró en Conchita a una amiga. Su caso es paradigmático, explica Rueda: “Las convivencias surgen inicialmente por conveniencia o por intereses cruzados. Después, a partir de ahí, el roce y conocimiento mutuo hace el cariño que desemboca en una convivencia que va más allá de la inicial de orden muy material”.
Los programa de convivencia intergeneracional comenzaron a desarrollarse en España hace más de 25 años y se fueron multiplicando, de las grandes ciudades a las medianas. Actualmente, hay 16 programas repartidos a lo largo del territorio. Uno de los primeros fue Convive, una iniciativa que lleva activa desde 1995 y por la que han pasado más de 1.800 casos. El psicólogo Marcos Böcker es su responsable. “En una sociedad con vínculos más precarios, se requieren prácticas que fomenten el encuentro y la relación entre personas de diferentes generaciones”, explica en un intercambio de correos. “Frente a la soledad y lazos sociales fragmentados, las experiencias intergeneracionales pueden contribuir a generar sentimientos de pertenencia, de reconocimiento del valor social de todas las personas y al enriquecimiento mutuo en general”, señala. “Y esto, difícilmente se encontraría de forma natural, sin una promoción activa”.
En un primer momento, estos programas se entendían desde la caridad, poniendo a los mayores en una situación de inferioridad, pero la experiencia ha ido demostrando que este tipo de convivencia es enriquecedora para todos los involucrados. “Yo intento aportar a Conchita, pero ella también me aporta a mí”, explica Carla, que asegura haber aprendido no solo sobre historia y a cocinar, sino a vivir de otra forma. A tomarse las cosas con calma y disfrutar de la tranquilidad de estar en casa.
En estos años, también se ha dado cuenta de ciertos prejuicios sociales respecto a los mayores, de dinámicas edadistas de las que no era del todo consciente. “Tenemos una mirada que infantiliza e inhabilita a las personas mayores”, señala. “Se tiende a decir eso de ‘son como niños’. Y no. Son personas adultas con su personalidad y sus ideas, aunque físicamente estén mermados. Muchos mayores llegan a los 90 con su capacidad cognitiva intacta. Se nos olvida todo lo que podemos aprender de ellos”.
El edadismo fue un término acuñado en la década de los años 60 del siglo XX por el médico gerontólogo, psiquiatra y Premio Pulitzer Robert Neil Butler, nacido en Nueva Jersey, Estados Unidos, el 21 de enero de 1927 y fallecido en Manhattan, Nueva York, el 4 de julio de 2010.
Trabajó en el campo de las demencias y del envejecimiento, fue el primer director del National Institute on Aging de los Estados Unidos y acuñó el término “ageism”, para referirse a las discriminaciones que padecían las personas mayores. Término este, “ageism”, traducido al castellano y hoy mundialmente conocido en los países de habla hispana como edadismo. Para referirse a la discriminación que padecen las personas mayores.
Si cualquiera de nosotros entra en Google e introduce la palabra edadismo, el buscador de referencia señala que “el edadismo es una forma de discriminación social por cuestión de la edad, que afecta a muchas personas mayores”.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud define el edadismo como un conjunto de estereotipos, prejuicios y actuaciones discriminatorias contra las personas, por razón de la edad. “Los estereotipos (cómo pensamos), los prejuicios (cómo nos sentimos) y la discriminación (cómo actuamos) hacia las personas en función de su edad”.
Añadiendo, diversificando y especificando al tiempo las clases de edadismo más comunes; pues se indica que el mismo puede ser “institucional, interpersonal o auto infligido”. Debiendo destacar que, por lo que atañe al primero, “el edadismo institucional se refiere a las leyes, reglas, normas sociales, políticas y prácticas de las instituciones, que restringen injustamente las oportunidades y perjudican sistemáticamente a las personas en razón de su edad”.
La palabra edadismo proviene del vocablo latino “aetas”, edad; término que en una ampliación literaria abarcaría y resultaría identitario con la duración de una vida y con cada uno de los diferentes periodos de la misma (infancia, juventud, edad adulta, senectud…).
Abarcando así el tiempo global que transcurre desde el nacimiento de una persona, y dividiendo la vida humana en diversas etapas cronológicas.
Actualmente, debido al aumento de la esperanza media de vida en todo el mundo, se diferencia entre: 1.º La infancia-adolescencia (hasta los 18 años). 2.º La juventud (de los 18 a los 40 años). 3.º La edad adulta (de los 40 a los 55 años). 4.º La edad longeva (de los 55 en adelante), con el inicio de la vejez, a los 70 años.
En este artículo deseamos centrarnos en el edadismo que se evidencia en todo lo atinente a las discriminaciones por razón de la edad física de las personas.
Y más concretamente, en las discriminaciones que sufren las personas mayores.
La edad se convierte así en una categoría interdisciplinar, que remite a las particularidades y funciones psicológicas y socioculturales que en el imaginario colectivo se atribuyen a cada una de las fases vitales de la persona.
Partiendo de dichos parámetros y deseos ¿cuándo se inicia el edadismo? Hay que responder que, desde la propia infancia, con un desarrollo y potenciación con los años; progresivamente. Pues es claro que, a través del proceso de socialización, desde nuestro nacimiento recibimos constantes pautas acerca de cómo debemos conducirnos en la sociedad, así como los estereotipos y prejuicios de la cultura en la que nos desenvolvemos.
Se nos permite, en definitiva, categorizar la realidad, orientando nuestras actuaciones hacia las personas de distintas edades y hacia nosotros mismos introspectivamente. Observando así lo que cada ser humano percibe, tanto de los demás, como de sí mismo, para reflexionar sobre nuestra propia existencia.
Una de esas constataciones persistentes, es la que atañe al envejecimiento propio y ajeno; al hecho de la senectud en sí. Difícilmente esto será motivo de reflexión en una persona joven, pero seguro que ocasiona serios quebraderos de cabeza en un adulto de 65 o más años. Encontrando a veces cierto consuelo o desconsuelo personal, al contrastar la edad propia, con las expectativas de vida y con las tablas y datos de envejecimiento poblacional.
Ofrezcamos, pues, unos datos sobre este asunto; pues resulta evidente que se trata de una de las tendencias demográficas de mayor significación en el siglo XXI. Es, en efecto, un hecho multidimensional, asociado históricamente con la enfermedad, la discapacidad, la soledad y hasta la muerte. Aunque en los países más avanzados, y fundamentalmente gracias a los cuidados médicos, es una oportunidad para los propios involucrados, sus familias y la sociedad (lo que se conoce como perspectiva del envejecimiento activo).
Si partimos de datos actuales, la esperanza media de vida a nivel planetario supera hoy día los 70 años. Anticipándose desde la Organización Mundial de la Salud que, en 2050, dos mil millones de personas alcanzarán esta edad. Y respecto a nuestro país, para esa fecha se prevé que España roce los 86 años de expectativa de vida; la más elevada del planeta, y tres décimas por encima de las proyecciones para Japón (85,7).
De hecho, hoy en día ya somos uno de los países que disfruta de la esperanza media de vida más alta. Y que más rápidamente ha conseguido progresos en este asunto, en los siglos XX y XXI.
Veamos: año 1.900, expectativa de vida, 34,76; año 1.930, 49,97; 1.960, 69,85; 1.980, 76,95; 2.000, 79,34 y 2.022, 82,28 años.
Ante esta realidad y su futuro, enfrentar el edadismo es fundamental de cara a coronar una mayor igualdad entre todos los seres humanos; respetando y protegiendo su dignidad y derechos. Es uno de los pilares de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Esto se evidencia, cuando concretamente se dice que “las injusticias estructurales, las desigualdades y los nuevos retos en materia de derechos humanos están dificultando aún más el logro de unas sociedades pacíficas e integradoras”. Añadiéndose que “para cumplir el Objetivo 16 en 2030, es necesario actuar, para reestablecer la confianza y reforzar la competencia de las instituciones, para garantizar la justicia a todo el mundo y facilitar más transiciones pacíficas hacia el desarrollo sostenible”.
Dicho esto, y vistos los objetivos a alcanzar, cabe preguntarse qué líneas de actuación recomienda la Organización Mundial de la salud para enfrentarse al edadismo.
Encontrándonos las siguientes: 1.ª Invertir en estrategias fundamentadas en datos científicos que prevengan y luchen contra esta discriminación por motivos de edad. 2.ª Promocionar investigaciones sobre la materia con el objeto de reducirlo. 3.ª Crear un movimiento que apueste por un cambio sobre el discurso edadista. 4.ª Elaborar una Convención internacional que proteja los derechos de las personas mayores y que incluya obligaciones de los Estados hacia estos; además de complementar los documentos internacionales sobre el envejecimiento y ofrecer reparación cuando hubieran sido vulnerados sus derechos.
Estas, digamos, podrían ser las líneas maestras de actuación general y válidas universalmente.
Ahora bien, particularmente en nuestro país, ¿qué tipo de medidas específicas deberían adoptarse? Pensamos en las siguientes:
Estas líneas maestras que anteceden son muy importantes de conocer e impulsar; pues las investigaciones más certeras sobre el edadismo sugieren que la discriminación por motivos de edad puede ser ahora incluso más generalizada que el sexismo y el racismo y tiene graves consecuencias tanto para las personas mayores, como para la sociedad en general. De ahí que debamos concienciarnos de todo ello. Y a lo sumo, aceptar que el edadismo forma parte de nuestra comprensión del propio envejecimiento, de nuestras relaciones intergeneracionales, pero evitando que perpetúe conceptos estereotipados, que limiten nuestra comprensión de la diversidad existente en la vejez.
Finalizamos estas reflexiones, con unas bellas palabras del escritor, poeta y aforista polaco, Stanislaw Jerzy Lec; que en su conocida obra de aforismos Pensamientos despeinados (1957) manifiesta cuanto sigue:
La juventud es un regalo de la naturaleza, pero la edad es una obra de arte.
En esta web encontras toda la información: www.accionespositivas.com.ar