Entre tantas creencias que teníamos como ciertas, hay una que se desvanece a gran velocidad: la idea de que nos vamos a retirar del mercado a los 60 o 65 años. A partir de esta nueva realidad, la gran pregunta que nos tendríamos que hacer es: ¿por cuánto tiempo vamos a trabajar? Y la respuesta es: por lo menos, hasta los 80.
Es que se está viviendo una profunda transición y una constante evolución jamás antes vistas. En el libro Vivir hasta los 100 años, Lynda Gratton y Andrew Scott nos invitan a dejar de pensar en el retiro profesional entre los 55 y 65 años, en tiempos en los que a partir de esa edad todavía queda mucha vida útil.
Lo que debemos hacer es pensar una larga vida como una oportunidad para la reestructuración de las carreras profesionales, las finanzas, las relaciones, el ocio y el bienestar. En otras palabras, tendremos que rediseñar la vida. Muchas veces, cuando se habla de estos temas, la respuesta es que no nos prepararon para esto o que nos gustaría que todo siguiera como hasta ahora.
La realidad es que estamos viviendo la mayor transformación de la historia a un ritmo muy acelerado. Y no hay vuelta atrás: la invitación es a evolucionar.
La prolongación de las etapas laborales es un hecho y el pasar por distintas fases (de vida corporativa, de emprendedurismo o de profesional independiente, entre otras) ya es un hecho. Lo que hasta hace unos años era recorrer un camino lineal, es una invitación a estar abiertos a pensar de manera orgánica, a ser flexibles y a transitar distintos roles y modalidades de trabajo.
Ahora bien, ¿cuáles son los aspectos que deberíamos repensar? 1) Entrenamiento y aprendizaje constantes; 2) buscar un propósito y hacer que lo que hagamos tenga un sentido, elegir experiencias que nos enriquezcan y nos transformen, cuidar la salud física y el bienestar; 3) pensar las finanzas a largo plazo; 4) velar por el balance entre vida y trabajo; 5) ampliar y diversificar la red de contactos, pensar cómo podemos aportar en la sociedad y formar parte de un esquema más colaborativo, y 6) adoptar un mindset de crecimiento, es decir, una apertura a nuevas formas de pensar y de ver la realidad que implique estar abiertos al aprendizaje durante toda nuestra vida.
Por supuesto que, el hecho de que crezca la expectativa de vida, además de impulsar el rediseño de la vida de las personas, obliga a pensar de qué manera van a repensar sus planes educativos las distintas instituciones, cómo se van a preparar las empresas para incluir a la población de adultos y cómo van a trabajar en el entrenamiento constante de las habilidades y el conocimiento de sus colaboradores. Además, ¿cómo se va a involucrar el Estado en esta temática que nos engloba e involucra a todos?
Lo importante es que recordemos que la vida es una sucesión de momentos y depende de nosotros la forma en que la transitemos, porque realmente no hay una fecha límite para lograr las cosas. Por eso, es importante enfocarnos en el progreso y seguir dando pasos en el camino sin olvidarnos de disfrutar del recorrido.
Este nuevo paradigma nos iguala a todos, ya que a todos nos llegó la transformación y vamos a tener que aprender, desaprender y reaprender a lo largo de nuestra vida de manera constante. Por eso, hoy todas las personas tendrían que pensar su reinvención profesional.
Por último, la propuesta sería hacernos estas preguntas, ¿cómo vamos a elegir vivir esta evolución constante? ¿Qué acciones y creencias estamos dispuestos a incorporar? ¿Cómo estamos pensando nuestra empleablidad, nuestro progreso y nuestra transformación?